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martes, 5 de febrero de 2008

Escrituras, imágenes y cogniciones


Esta relación parece ser fondo del tema que se discute. A pesar de todo lo que hemos avanzado en el pensar acerca de nuestro propio pensamiento, parece ser que necesitamos recortar para comprender algo nuevo. Compararlo contra lo conocido, establecer similitudes y oposiciones hurgando en nuestra propia base de datos para construir cada nueva representación (Gastón Bachelard decía que siempre se aprende en oposición a algo). Obtenido el constructo, no deberíamos olvidar que se trata de una producción subjetiva y como tal: recortada, irremediablemente parcial y contaminada por nuestras propias verdades. Tanto como que ha sido generada a partir de lo que vemos y conocemos, es decir, de lo que encontramos en nuestra propia base de datos. Al fin y al cabo, sujetos sujetados somos.

En este punto me pregunto por la función docente: ¿Será que es posible esta práctica sin tener en cuenta esta necesaria relativización? Por otra parte, si en el proceso de constitución del sujeto, el pensamiento lógico formal es el tronco sobre el que se despliegan después las arborescencias de la complejidad en el pensamiento superior ¿cómo transmitir esta idea de la relación entre imagen y escritura en términos de oposición y además dejar el camino abierto para volver después sobre nuestros pasos y explicarlo… en términos de otra oposición? La imagen versus la palabra y después, la mirada formal, silogística, estanca, versus la mirada multidimensional, compleja, multimodal… Es que educar, ya lo decía S. Freud, es una de las actividades imposibles. Sabemos, de antemano, que nada será suficiente para llenar el vaso del conocimiento y deberemos aprender a trabajar con esa falta.

Dice Sandra Szir: una imagen es un estímulo intelectual y emocional tanto para chicos como para adultos.

También podemos decir que la imagen, por su multidimensionalidad comunicativa tiene un carácter mucho más empático que la lectura lineal. Y sabemos que la empatía está muy cerca de la mirada de la fascinación: El sujeto tiende a fundirse en aquello que lo fascina y pierde el dibujo de su propia perspectiva.

Desde este punto de vista, evocando el teatro del distanciamiento de Brecht, y pensando en el contexto socio-político-cultural de hoy, también hay que decir que para los proyectos de la sociedad de consumo, es más que conveniente esta forma narrativa, que en muchos aspectos, se articula, en palabras de Lacan, con el discurso del amo.

La pregunta aquí sería ¿cuál es el discurso del amo? O mejor ¿existe un saber al margen de la dialéctica del amo y el esclavo? ¿Existe un saber ajeno a la idea de poder? Los grandes medios modelan la opinión pública apelando a este formato de comunicación, porque eso sirve a los intereses económicos y políticos que representan. Hay que leer un poco entre líneas la prensa de gran circulación y contrastarla (otra vez!) con las visiones que, sobre los mismos sucesos, se publican en la blogósfera, para verificar esto. Pero nosotros mismos ejercemos también ese saber en clave de poder (escalada, por supuesto, pero poder al fin).

Por otra parte, la comunicación que se derrama sobre la sociedad desde el discurso del consumo está básicamente apuntada al imaginario. Son imágenes, están escritas en esa clave y remiten a las imágenes que cada uno quisiera tener de si mismo. Especulan con poner en marcha en cada consumidor la poderosa maquinaria del deseo e intentar hacernos correr hacia ellos para satisfacerlo. Sin embargo, no están allí para satisfacer deseos o necesidades sino para multiplicar el consumo.

Un proyecto educativo que piense la enseñanza con una perspectiva de soberanía no puede quitar la mirada de este fenómeno. Lo cual no significa desconocerlo sino repensar también cómo vamos a articular esta “transformación cualitativa sobre las formas legítimas de representar y transmitir la información” (como dicen las autoras le módulo sobre materiales didácticos digitales).

Imagen: Ley municipal

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