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lunes, 18 de enero de 2010

Imágenes del naufragio

Quiero empezar diciendo que me da trabajo escribir este post. Le resulta doloroso a mi ser de otra época pero lo hago en nombre del que soy ahora, comprendiendo que aquello no está más y habitamos una realidad distinta.

En nombre de aquel me gustaría no verme más en medio de una situación como la que me tocó vivir hace unas semanas atrás. En nombre de éste que soy ahora estuve ahí, quiero contar los hechos y dejar publicado mi análisis, porque no encuentro mejor manera de resistir.

A mediados de diciembre último respondí por mail una convocatoria local a voluntarios que quisieran pasarse un rato, leyendo cuentos para alguien, como parte de un plan de pomoción de la lectura. El tema tiene que ver conmigo, de modo que rápidamente me sentí involucrado. Fui recibiendo todas las instrucciones por mail: La dirección del encuentro (me tocó finalmente un hogar de menores madres), la confirmación de que me iban a estar esperando, el nombre de los otros voluntarios que estarían también allí, el día y la hora exactos. Me pidieron que eligiera el texto y lo comunicara previamente y yo pedí ser el que iniciara la rueda porque, espíritu docente al fin, quería, además de leer, intentar sembrar algo más, tratando de relacionar el hábito de la lectura con la libertad, con el crecimiento interior, con el ensanchamiento de la experiencia perceptiva.

Elegí llevar unos cuentos de El libro de los abrazos de Galeano que me sugirió la @p0nja, cuando pregunté por Twitter. Ensayé mentalmente lo que iba a decir y allá me fui. Diluviaba.

Cuando llegué, me presenté y dije que venía a leer. La persona que me recibió, apenas sonrió. Cerró la puerta detrás mío y me indicó una sala diciéndome: es acá, antes de desaparecer.
En el lugar había una mamá con sus cuatro pequeños y un matrimonio de voluntarios, que también habían llevado a sus niños.

No había menores madres, las pocas que vimos cruzaron una y otra vez la sala, avisando que se iban a dormir o buscando alguna respuesta. Después de un rato decidimos empezar a leer los cuentos que había, para los niños. Entonces llegó otro matrimonio de voluntarios.

Creo que todos hicimos nuestro mejor esfuerzo y el resultado fue que los pibes pasaron casi dos horas haciendo algo distinto ese sábado. Pero no fuimos a eso. Yo al menos, que estrenaba mi participación en el programa. Luego supe que los otros dos matrimonios eran personas vinculadas laboralmente a la empresa que organizó la jornada.

También supe que ninguna de las chicas había bajado a escuchar la lectura porque estaban castigadas (a raíz de algún conflicto interno) y, probablemente como represalia, eligieron irse a dormir a la hora del encuentro. El peor camino: me privo de algo, creyendo que con ese mecanismo puedo castigar al que me hace daño. Hay una gran oquedad ahí y sin embargo no es lo más preocupante. En todo caso, ese modo es el resultado de una subjetividad estragada por la marginalidad y la violencia. Ellas están allí porque son los eslabones más débiles de un cadena que se ocupa prolijamente de que siempre paguen los jóvenes. En este caso, jóvenes mujeres.

Son, a todas luces, las que más perdieron en esta experiencia, que curiosamente fue organizada para ellas. Sin embargo, no faltará a quien le desagrade este análisis. Esas pibas que faltaron a la cita con los que fuimos a compartir un pedazo de nuestro tiempo, son la viva imagen del naufragio: todo es consecuencia y hay poca verdad en el juego de sus vidas. Lo que hicieron, lo que no hicieron, lo que hacen o no hacen, es tan débil frente a la pinza del dispositivo que las mantiene en la marginalidad, que posiblemente hasta crean que se trata de un destino.

Todo está armado para que funcione de ese modo. El Estado (provincial, municipal) dice que en esa institución se ocupa de dar contención a madres jóvenes. En los hechos, aquel sábado, pareció funcionar como un depósito. Ningún profesional que tuviera la responsabilidad de cuidar la salud de las personas que se alojan allí, podría explicar porque se usan métodos carcelarios para resolver conflictos. Porqué no hubo un directivo para recibirnos. Porqué no hubo ceremonia. No porque fuéramos importantes, sino para hacerle un espacio al evento, para recortarlo, para investirlo de valor. O simplemente pensando en la posibilidad de mostrarnos que les importa mejorar la calidad de lo que le ofrecen a las pibas, y que saben hacer un uso inteligente de lo que tienen a mano.

En lugar de eso, sin la ceremonia más elemental del recibimiento, la presentación y la despedida, nos dejaron que hiciéramos lo que quisiéramos. Cuando llegó la hora de la merienda, el mensaje prácticamente fue: se tienen que ir porque hay que tomar la leche. ¿Qué idea tendrán en la institución de lo que es resocializar?

Para la empresa organizadora, la jugada es otra y produce los beneficios que busca. Ellos hacen una crónica brillante (es indiscutible que la organización formal funcionó perfectamente) que colgada en Internet, nos menciona, deja constancia de su agradecimiento por nuestra contribución, y muestra su Responsabilidad Social Empresaria, eludiendo prolijamente cualquier consideración sobre los efectos de poner alimento para los hambrientos en un recipiente desfondado. Queda esta discusión para hacerla en un foro específico.

Mientras tanto, las pibas, las mujeres tempranas del Hogar de Menores Madres de Rosario, emocionalmente no pudieron recibir nada de lo que se les ofrecía y fue armado para ellas.
Afuera el diluvio insistía. Adentro, el naufragio.

9 comentarios:

presi dijo...

Sinceramente tengo la creencia de que la realidad en estos ámbitos es gris. Quisas digo gris mas tirando al negro,pero no totalmente negra.
Esto lo aclara ciertos esfuerzos individuales de algunos docentes al menos en esta zona que se han entremezclado entre los ubicados políticamente en estos depósitos.
Pero lo mas patético es que el que tiene en una situación deplorable a ciertas menores es un encargado de cierta religión creo oficial que no se que cura.

Eduardo Betas dijo...

Es duro lo que contás. Sobre todo porque muestra en carne viva un sistema que no persigue el objetivo de resolver cuestiones sino de maquillarlas, meterlas bajo la alfombra creyendo que son basura. Pero no lo son. Convencen al marginado de que es marginal para descargar su propia responsabilidad en esta realidad.

Da bronca. Sobre todo cuando existen empresas que lucran, con una organización y planificación de primera, con estas realidades.

Te felicito por tu acción y por tu reacción.

Fernández dijo...

Impresionante relato.
Puedo contarte varias experiencias mías similares.
"De cómo no teníamos gente en nuestro grupo de apoyo escolar en una villa porque nos confundían con manzaneras de Duhalde y no querían colaborar con nosotros", "De cómo fue preso un amigo con el que hacíamos alfabetización abajo de la autopista justo el día que yo falté... y me habían ido a buscar a mí", "De cómo un año después de dar las charlas sobre sexualidad, todas nuestras alumnas estaban embarazadas", "De cómo el cura de la villa 1-11-14 ponía la misa a la misma hora de nuestras actividades para boicotearnos"... y un enorme etcétera...
Martillazos a la omnipotencia del militante que cree que algo puede cambiar, que terminan moldeando lo que ahora pueden ver en mí: una madre de clase media que se limita a trabajar y a militar por mail... :(

Daniel Krichman Hernandez dijo...

Gracias Enrique por pasar y comentar.

Gracias Edu por comentar, por retuitear y por tus consideraciones.

Daniel Krichman Hernandez dijo...

Hola Iris
Gracias por mostrar siempre que del otro lado hay vibraciones que compartimos.

Vamos! La verdad es que no es lo que se percibe de vos. No digo que no lo sientas así, pero te veo bastante lejos de una militante por mail. Acaso el desafío más difícil que tengamos los que andamos a horcajadas entre la tecnología y la educación con sentido social, sea este: encontrar la manera de hacer que las tecnologías sirvan para crear lazos que nos ayuden a resistir. En otra época creímos que podíamos cambiar el mundo. No fue así. La cuestión es que no perdamos de vista que tanto los alumnos como nuestros propios hijos están mirando cómo hacemos para entrarle a la tormenta. Porque de eso se trata. No del resultado, sino del tamaño de la batalla.
abrazo, compañeraza!

Enrique dijo...

Hola, Daniel.

Lamento el mal trago. Esfuerzos como el tuyo y el de tantos otros no deberían ser manipulados y depreciados como lo fueron en este (y de nuevo, tantos otros) caso.

Sin embargo, tengo algunas ideas encontradas que se me presentan cuando me entero de situaciones así. Creo que cada una de las partes está en lo correcto en las intenciones, pero ciertas ausencias estratégicas hacen que caiga en saco roto, aunque en este caso hay que salvar el buen momento que pudieron rescatar los chicos que participaron.

¿Qué ausencias? La de un responsable por el estado que coordine los esfuerzos, la de un responsable por la institución que supervise y desarraigue la desidia de ciertos empleados inútiles por apáticos, la un responsable por la empresa que verifique que sus esfuerzos vayan más allá de la opinión de un "empleado del mes" contento.

La falta de coordinación, de supervisión, de interés finalmente, hace que salga a la superficie lo peorcito de cada uno. Y en el medio, los únicos que sufren: aquellas pibas que finalmente no tuvieron lo que podían y de los voluntarios que se sienten desgastados por tanto manoseo.

Lo único que puedo decir en este caso es que admiro tu disposición y tu voluntad para hacer posible otra realidad para los mas desfavorecidos.

Gracias por eso. Un abrazo,

Enrique

Daniel Krichman Hernandez dijo...

Gracias Quique por pasar y comentar. Aunque me parece que redunda explicarlo, quiero decir que lo mío no es una queja ni tampoco fue una sorpresa. El mal trago es a mi cargo, pero, como dicen por ahí: una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

Es interesante lo que decís respecto a que cada una de las partes está en lo correcto en las intenciones para pensar varias cosas. La primera, me parece, que necesita ser desmontada es la idea de que todas las partes son iguales y que estamos en presencia de un juego de interacciones entre pares. Esto no está explicitado en ningún
discurso, pero parece ser una idea que fondea siempre este tipo de discusiones.

En el capitalismo, la probreza de muchos es la consecuencia del enriquecimiento de unos pocos. Digo esto sin el convencimiento de saber si existe un sistema mejor para organizar las fuerzas económicas o si éste es el sistema que más se adecúa a la condición humana y por eso está tan extendido. Como quiera que sea, no se trata de que hay gente que tiene suerte y le va bien en la vida y gente que no la tiene y por eso es pobre. En todo caso esta afirmación la hace el discurso interesado en naturalizar este estado de cosas.

La falta de recursos económicos es el motor de la pobreza. Alguien que no puede prefigurar su vida en las próximas 4 ó 5 horas, vive en tal estado de precariedad emocional que resulta imposible creer que puede pensarse a si mismo con las mismas oportunidades que otro actor. Ni siquiera sabe de qué se trata una oportunidad. La inmediatez es comida, refugio, despertarse mañana y estar vivo. Por eso la función del Estado en ese punto debería ser la de contenerlo y proporcionarle los recusos para que, por lo menos se acerque a la frontera de la exclusión. No es una tarea sencilla. A esa persona no solamente hay que ayudarla ahora, sino que hay que enseñarle a cómo tiene que ayudarse a si misma.

Pero no le podemos pedir tal cosa a un estado desfondado. Y de ahí para abajo es imposible pensar que habrá una persona que luche contra la desidia de algunos empleados públicos. Muchos de ellos están atados a ese naufragio y no les importa saberlo. Muchos de ellos usufructúan del negocio que han montado los burócratas y la clase política para asegurarse el asiento en ese viaje. Muchos otros, como lo cuenta Roberto Sardi en su excelente documental son modelos de honorabilidad y pruebas palmarias de que detrás de toda la basura que flota hay una Argentina que resiste y no se entrega.

Creo además, que si las cosas están como están no es porque existe una maquinaria perversa que vive pensando cómo hacer más irrespirable todo para la mayoría de las personas. Que lo que tenemos enfrente es una combinación de muchísimas cosas que pegan mal, que han ido ganando terreno y complejizando todo hasta la exasperación, porque la mayoría de nosotros todavía no entendimos que no da lo mismo estar o no estar. Ir o no ir. Parar un minuto y escuchar qué te piden, en vez de huir escondiéndonos detrás del No.

Un abrazo

Diana Laura dijo...

Entonces, a mí se me produce el miedo...EL miedo y la casi certeza de seguir viviendo en una miserable mentira.
Por las tantas y parecidas circuntancias que conozco en carne propia o por aproximación.
La realidad que golpea y aún así, saber que cada uno, en la medida de sus fuerzas y porfías, seguirá tirando para adelante, como vos, como Iris, como Gabriela y tantos...

Daniel Krichman Hernandez dijo...

Te faltó incluirte en la lista Diana! Todos estamos haciendo la experiencia de aprender a aprender-nos usando estas herramientas. Todos pensamos y batallamos contra nuestras limitaciones. Ese nunca ha sido el problema. Desimplicarse lo es.

Gracias por pasar y comentar
Seguimos
abrazo