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lunes, 26 de abril de 2010

Tecnicidad con diversidad


Jesús Martín Barbero habla de tecnicidad, reivindicando la idea de la técnica que hace sistema con el entorno y cómo interactúa con la explosión de las diversidades.

Dejo dos citas aquí, tomadas de su intervención del 22 de abril de 2010 en la Universidad de Vic.

La relación entre dos ámbitos de transformación profunda de nuestras sociedades: de un lado la transformación tecnológica y de otro el estallido de las identidades. Para que esto no suene tan distinto, no por snobismo sino para ir acotando el sentido de las palabras, yo suelo utilizar la palabra Tecnicidad, para no hablar de técnica por todo el lastre instrumental que acarrea en occidente esta palabra, ni de tecnología, porque la expresión se movió en el mundo académico, muy atrapada por su relación con la ideología.

La palabra tecnicidad tiene su origen en la antropología francesa, anterior a Levi-Strauss. Las técnicas en las culturas que llamamos primitivas, siempre fueron sistemas. Nunca fueron un conjunto de herramientas y un conjunto de saberes, sino un sistema con las relaciones de parentesco, con los mitos, con los ritos y a esta técnica como sistema se la llamó tecnicidad. Me parece muy importante que la técnica hoy se parezca y suene fonéticamente como identidad, como sociabilidad. Hablo de la mutación de la tecnicidad y el estallido de la identidad.

Uno de mis maestros, Raymond Williams, de la escuela de Birmingham, a quien yo empecé a leer en los setenta, dijo en una de sus últimas obras: El pensamiento actual, acerca de las relaciones entre cultura y tecnología llega mayoritariamente a conclusiones desesperanzadas y se detiene. Los conservadores culturales dicen que la televisión por cable es la última ofrenda de la Caja de Pandora y la transmisión por satélite corolará la Torre de Babel. Al mismo tiempo, una nueva clase de intelectuales que dirigen los centros en que operan las nuevas tecnologías culturales e informáticas, hablan confiadamente de su poducto. Ninguna de esas posturas es un suelo firme. Lo que tenemos es una pésima combinación de determinismo tecnológico y pesimismo cultural. Así conforme una tras otra las viejas y elegantes instituciones se ven invadidas por los imperativos de una más dura economía capitalista, no resulta sorprendente que la única reacción sea la de un pesismismo perplejo y ultrajado porque no hay nada que la mayoría de esas instituciones nobles (incluida esta institución llamada Universidad), quieran ganar o defender más que el pasado, porque un futuro alternativo traería precisa y obviamente la pérdida final de sus privilegios.

3 comentarios:

Bibiana Apolonia Del Brutto dijo...

Daniel, el artículo de Barbero que has publicado en tu blog es muy importante, pues a mi gusto da en la tecla, o en la asimilación que existe entre identidad y técnica, por no repetir su concepto. Una búsqueda un tanto infructuosa si es que la hay.
Aunque es cierto, que el camino debería ser el de la educación.
Sin embargo el lenguaje de la técnica sale, como lo ha expresado Mattelart y otros de las organizaciones, o de la búsqueda de simplificaciones por los procedimientos en un poco más de la mitad del siglo XX.
El lenguaje de la tecnología actual.
Pero en el siglo XIX, tanto en Europa USA, como en A. Latina se hizo la adaptación de la palabra progreso al uso de la técnica. Y en esa adaptación que para mí comienza con la revolución darwinista y las metodologías de lo científico, se incluyó a la educación.
En Argentina educación siempre fue = a progreso. Lo es hoy dia con los usos de las máquinas o computadoras, y de las nuevas enseñanzas en adaptación a las TIC.
El progreso aparece nuevamente como en el positivismo del siglo XIX y comienzos del XX en una búsqueda de asimilaciones, y en esto necesariamente se desdibujan las identidades.

Cordialmente Bibiana Del Brutto.

Daniel Krichman Hernandez dijo...

Hola Bibiana, gracias por pasar! Aventurándose por los desfiladeros del lenguaje (por las imposibilidades en realidad), uno podría decir que la tecnicidad no es la tecnología, sino lo que la gente hace con la tecnología. Los modos particularísimos de apropiación tienen que ver con lo que los usuarios reales implementan a partir de la tecnología disponible en el nivel de uso accesible para ellos.

Siempre recuerdo una foto que ví hace muchos años de un cacique de la Amazonia peruana, con su tocado de plumas, frente a una PC, y el epígrafe diciendo que el correo electrónico les resultaba más eficiente que el teléfono para comunicarse entre ellos. O el uso que las Madres le dieron a las primeras webs escritas en html, colgando fotos de sus seres buscados y también de los genocidas, pensando en que la herramienta les ofrecía la posibilidad de hacer trascender esa información más allá de las fronteras, mucho tiempo antes de que se instalara entre nosotros el concepto de globalización.

Hay miles de estos ejemplos de usos que terminan después siendo recogidos por los desarrolladores e incorporados en las nuevas versiones tanto del software como del hardware. Por eso el atributo de beta perpetua es uno de los mejores descriptores de la web 2.0. Ahí hay un buen canal de realimentación (un feed, en términos de la jerga 2.0), entre los desarrolladores y los usuarios (o el sector de usuarios que accede a su uso) y se cumple con una verdad de Perogrullo, que señalaba una vez Juan Carlos Lucas: aunque en tu empresa tengas a toda la craneoteca junta, afuera hay mucha más gente. Es más probable que encuentres más y mejores ideas para mejorar las cosas, afuera que entre las cuatro paredes de tu casa.

Este matching que sí entienden las empresas que desarrollan tecnología, no lo entienden los estados o los organismos cuya preocupación central debería ser reducir la brecha lingüística y cultural. Es en ese punto donde necesariamente tiene que intervenir la educación para mediar entre la tecnología cruda y la producción de tecnicidad. Esto no se puede hacer si la tecnología no está presente ¿Cómo pensar en los usos posibles de una red social si tenés máquinas pero no hay conexión de banda ancha? Pero tampoco lo puede hacer la tecnología per se, como dicen los promotores de la saturación tecnológica. Eso sería dejarle el rol de la educación al mercado.

Cuando el Estado, en particular los sucesivos ministros de educación toman como índicador del mejoramiento de la calidad educativa la cantidad de millones de pesos que se invierten en infraestructura informática, es difícil no pensar que la preocupación central no está enfocada en desarrollar la educación sino en garantizarle los negocios a sus aportantes de campaña.

Y entonces tropezamos con la paradoja capitalista de la fabricación de escasez aritificial: si hubiera más promoción orientada al desarrollo de tecnicidad, los usuarios se multiplicarían y las herramientas mejorarían mucho más todavía. Pero claro, también aprenderíamos a pensar mejor...

abrazo!

Bibiana Apolonia Del Brutto dijo...

Gracias nuevamente por tu respuesta Daniel. La tecnicidad es entonces una construcción social. Como tal esta sometida a decisiones, poderes, y etc. Los usos son entonces los que hacen los lenguajes de la tecnología, o si vos queres de la tecnicidad.
Las ausencias de políticas públicas en Argentina con respecto a este tema son cosi, no las hay claras solo lo de la inversión (insisto con los fondes del ANSES, para las escuelas medias), pero es notable cómo acertas en lo que escribisdte, porque son los lenguajes los que obligan a los gobiernos entonces, a modificar o a intentos que si bien no colman expectativas amplias existen.
Fue notable lo del viernes en Rosario y Mendoza lo de "la rata en las escuelas medias" convocada por el FB. Nunca visto.
Y bueno aquí tenemos amplios cambios, pero al revés de lo que se pensaba años atrás, son los y las jóvenes los que impulsan cambios en las señas de los lenguajes, y en las acciones. Gracias cariños bibiana.