Del libro Para Otra Cosa - Germán García, en el Aniversario 75 de su nacimiento.
Cita de Página 11. Primer párrafo.
La palabra “prisioneros” altera la descripción de la redacción, introduce de manera alusiva otra dimensión en la que Junior, el recién llegado, parece moverse con soltura: “A los dos meses era el hombre de confianza del director y estaba a cargo de las investigaciones especiales. Cuando se quisieron acordar, él solo controlaba todas las noticias de la máquina”. Incluso Junior se anticipa a los hechos que publica, por eso “pensaron que trabajaba para la policía”. Junior y su padre parecen repetir una historia con mujeres e hijas ausentes, que serán sustituidas por voces (objetos imposibles de perder, dice Freud, cuando habla de melancolía).Imposible de perder
El Germán que yo conocí hace muchos años era un señor lejano. Lo crucé algunas veces pero nunca hablamos. La primera, en su institución presentando a Jacques-Alain Miller, cuando todavía venía a la Argentina. Para entonces yo tenía una relación mundana con el psicoanálisis y Germán era un señor tan lejano como es lejano uno de si mismo antes de la aventura porfiada del análisis.
Sin que yo lo imaginara todavía, ese señor de las lejanías, hablaba en las voces de Ángel Fernández cuando —treinta y cuatro años después— me encontré un día con él en Rosario.
Pero fue en 2018, cuando algo torció el camino definitivamente. Para entonces había yo iniciado la carrera de Psicología en la UNR y asistía por tercer año al Curso Anual de Psicoanálisis. Germán, a través de Ángel, o con la voz de Ángel, —vaya uno a saber cómo se ensamblaron — me presentaron a Masotta. Oscar Masotta, era también un señor lejano para mí. Hasta que apareció Ana Longoni en Buenos Aires con la monumental exposición La teoría como Acción.
Recorrí aquella muestra con la fruición de un sediento en el desierto. Enterándome con sorpresa de otro que yo había sido. Que empezaba a despertar a la cultura del happening cuando Masotta transitaba sus últimos años en la Argentina. Leyendo aquel recorrido que proponía Longoni, supuse que Masotta no podría haber tenido otro destino que no fuera abrazar al psicoanálisis.
Y que aquella ola invisible y extraña, también podía estar arrastrándome a mí.
Este otro señor de la lejanía, se volvió próximo de repente. Le bastó una tarde para reconectar parte de esa vida que yo había extraviado. Hizo que aquello reapareciera en un paisaje con desapariciones que también cinceló mi vida. Y llegó de la mano de Ana, de Ángel, de Germán García.
Entonces, aquella ola trajo para mí un nuevo modo de estar en el Curso Anual, junto a toda esta banda de gente tan extraña y tan próxima a la vez. Y me acercó también a los parceros cordobeses: Yael Noris Ferri, César Mazza, Favio Lorenzin…
Germán García, ese Germán que yo digo como un señor lejano, puso a su voz un tañido de otras voces que yo pude escuchar y me trajeron hasta acá. Ese Germán que yo digo, esas voces que me abrazan, como dice que decía Freud: serán siempre, para mí, muy difíciles de perder.
diciembre 19/2019 © Daniel Krichman
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