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domingo, 16 de febrero de 2020

El deseo sexual, si es recíproco...

El deseo sexual, si es recíproco, origina un complot de dos personas que hacen frente al resto de complots que hay en el mundo. Es una conspiración de dos.
El plan establecido es ofrecer al otro un respiro ante el dolor del mundo. No la felicidad sino un descanso físico ante la enorme responsabilidad de los cuerpos hacia el dolor.
En todo deseo hay tanta compasión como apetito. Sea cual sea la proporción, las dos cosas se ensartan juntas. El deseo es inconcebible sin una herida.
Si hubiera alguien sin heridas en este mundo, viviría sin deseo.
El cuerpo humano realiza proezas, posee gracia, picardía, dignidad y otras muchas capacidades, pero también resulta intrínsecamente trágico como no lo es ningún cuerpo de animal (ningún animal está desnudo). El deseo anhela proteger al cuerpo amado de la tragedia que encarna y, lo que es más, se cree capaz.
La conspiración consiste en crear juntos un espacio, un lugar de excención, necesariamente temporal, de la herida incurable de la que es depositaria la carne. Ese lugar es el interior del otro cuerpo. La conspiración consiste en deslizarse al interior del otro, allí donde no se les pueda encontrar. El deseo es un intercambio de escondites (hablar de "volver al útero" es una vulgar simplificación).
Tocar una pierna con mano de amante. Que sea para excitar o para relajar no supone diferencia alguna. El tacto aspira a alcanzar, más allá del fémur, la tibia o el peroné, el propio corazón de la pierna, y el amante al completo espera acompañar ese gesto y habitar en él. La pierna de Giacometti, la de la piscina de Eastbourne, tiene que ver (entre otras cosas) con el deseo.
No hay altruísmo en el deseo. Al proncipio están implicados dos cuerpos y la excención, siempre y cuando se logre, les protege a ambos. La excención es inevitablemente breve y, sin embargo, lo promete todo. La excención suprime la brevedad y con ella las penas asociadas a la angustia de lo efímero.
Ante la mirada de una tercera persona, el deseo es un breve paréntesis. Desde dentro, una inmanencia y una entrada en la plenitud. Normalmente la plenitud se considera una acumulación. El deseo revela que es un despojamiento: la plenitud de un silencio, de la oscuridad.


John Berger de Esa belleza