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jueves, 9 de diciembre de 2021

No me dejes (Ne me quitte pas)

 ¿Adónde somos remitidos cuando un ser querido nos abandona? ¿Qué es lo que ocasiona esa sensación de final que nos arrasa? El siguiente recorte puede ayudar a pensar algunas pistas.

El abandono es literalmente impensable. Es que viene de una región desconocida, esa de donde se habría estado de golpe y existencialmente solo. Quedado solo. Eso es lo que el evento del nacimiento nos deja y es esta tarea inmensa de llevar a cabo nuestra soledad, quiero decir eso que descubrimos allí, viniendo al mundo, es una cualidad del ser que aprendemos al quedar solos, y ese devenir soledad está ligado a nuestra humanidad más íntima, nosotros no nacemos autónomos (y hasta ahora no nacemos tampoco de una sola célula), el dos originario que deviene sí mismo, el singular presente que puede decir "yo" es un aprendizaje muy largo, mortal. Toda la filosofía no ha dejado de estar obsesionada por este tema de la soledad, de esta singular existencia abandonada al ser, en esa tarea de pensar y actuar con y contra el mundo. El despliegue psíquico, el espacio interior que nos modelamos, con el que nos construimos, hasta la edad adulta, no cesa de reencontrar al otro como nuevo para hacer a un lado eso que esta soledad construye silenciosamente y así, de pasaje en pasaje, ir con este reconocimiento del otro que no va sin la aceptación de una íntima soledad. El abandono reenvía a ese terror primero y ahí todas las caras son nebulosas, las más amadas, las más odiadas se borran para no dejar ese temor desnudo; jamás estar solos. Casi todos los suicidios vienen pegados a ese terror, de la inutilidad de querer comunicar al otro eso que es lo más preciado ya que es este el vacío que les espera, y en última instancia "take your own life" (tomar su propia vida), como se dice en inglés, es intentar aun un último y generalmente implacable llamado.

¿Se puede no vivir más que para sí? ¿Quién es ese otro secreto al cual todo discurso, también interior, le dirigimos? En el dolor del amor, lo que nos es arrancado, no es ese o esa que amamos en la noche, que miramos a la mañana, a quien le hablamos cada día, es en primer lugar el otro desconocido de esa voz íntima, el receptáculo de nuestros pensamientos que se encuentra brutalmente huérfano; y es en esa separación a carne viva, en nosotros mismos, en esa línea de falla bruscamente abierta como lo fue para cada uno de nosotros en el nacimiento, que nos precipita en el sentimiento que "todo está terminado", que la vida misma se acaba con ese abandono. Cuando un escritor está  a la escucha de esas múltiples voces que lo convocan a escribir, cuando un pintor obedece a la imagen interior que se le presenta e intenta representarla en una tela o en cualquier otro soporte, él está en relación con ese "yo es un otro" que toda creación convoca y reanima. Lo que es adictivo en la creación, eso por lo que un pintor o un músico no cambiaría por otro destino, ese estado turbulento en el que está metido en el acto de la creación cuando le acontece, no es extranjero, parece, a esta soledad superada que reanima interiormente esta línea de falla conjurada en sí, por esta vez aun, en y por esta obra que se perfila en ese gesto, en ese pensamiento, en ese eco.

Dufourmantelle, Anne. En caso de amor. Psicopatología de la vida amorosa. Cap. Ne me quitte pas. págs. 67-68. Nocturna editora. Buenos Aires 2018.
 
 
 

 

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