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sábado, 12 de abril de 2008

Pensar sobre el pensar



En el post anterior, Verónica Pena dejó un comentario que me resultó sorprendente. Dice: Mi comentario se volvió entrada en Cuaderno de Lengua, y me llevó a un post en el que expone sus vivencias durante al curso El Tren de la Web 2.0 e invita a sus compañeros docentes de la Escuela ORT a leer el artículo Cardadores y pensar alrededor de algunas de las ideas que allí se exponen.

Siguiendo su ejemplo. Le respondí en el Cuaderno de Lengua y posteo la respuesta porque me parece pertinente para darle continuidad a este ejercicio de pensar sobre el pensar.

Dice Verónica:
[...]volver a complicarme con la cuestión de la distancia, su necesidad, su deseo de prójimo: entre quien aprende y quien enseña, entre quienes aprenden, entre el mundo que hay que aprehender y las personas[...]
Hay algo que la distancia, la virtualidad en realidad, instrumentada en la educación, no ha podido reeemplazar todavía, y no sabemos si alguna vez podrá hacerlo. No tiene que ver con la tecnología sino con el ritual humano de la puesta en escena. Todavía no conocemos qué podría ser tan potente como el despliegue de gestos y actitudes corporales de quien se para frente a un auditorio y despliega sus artilugios de seducción para tratar de transmitir alguna idea a quienes están ahí para escucharlo.

Cuando eso pasa se ordenan tácitamente algunas fuerzas poderosas. Nadie en particular orienta ese proceso. Hay una subjetividad social que pre-existe para que eso funcione así. Alguien va a hablar y alguien se ubica en el lugar del que va a escuchar. Cuando se trata de adultos, en la propia decisión del que va a escuchar/aprender están las claves que explican ese movimiento. Cuando se trata de niños, que son mandados a la escuela, esas claves están incluidas en ese mandato: tenés que ir a la escuela para aprender.

En uno y otro caso esas premisas dicen más o menos lo mismo: hay una aceptación apriori de que el que está al frente del auditorio sabe algo que yo no sé. Eso es condición para que pueda estar ahí y condición del aprendizaje. Jacques Lacan lo decía con el sintagma: sujeto supuesto al saber. Traducido, significa que sólo podemos aprender de alguien a quien le suponemos eso: ser un sujeto que sabe algo.

Y me quiero detener en este punto y formular la siguiente pregunta ¿es posible desagregar de este proceso la dimensión física, la que provee el andamiaje para desplegar la paleta de recursos que va a organizar los lugares en esta escena real? ¿Puedo quitar lo que conocemos como espacio áulico y que el proceso de constituir un sujeto supuesto al saber se verifique igual?

Yo creo que sí. De hecho es lo que pasó en el Tren de la Web 2.0. Hay algo que explica porqué sucedió de manera tan intensa: La construcción de la empatía, o de la transferencia (como dicen los psicoanalistas) se produjo de una manera distinta: con mucha más carga (creencia, suposición, involucramiento) en cada sujeto aprendiente que la que se requiere en la escena real. ¿Por qué?. Porque la virtualidad permite que uno construya la imagen del otro tan grande como quiera.

Pensemos en el ejemplo que nos involucra.

No nos conocemos personalmente sino a través del relato fragmentario de lo que cada uno ha leído del otro en el recorrido en que hemos compartido la experiencia del Tren de la web 2.0. Sin embargo, eso no ha sido obstáculo para que nos prodigaramos elogios mutuamente. Tenés una imagen de lo que yo soy capaz de producir, que seguramente responde más a la construcción tuya acerca de mí, que a lo que soy en realidad (puede parecer medio esquemático esto, pero hago uso de esta licencia para seguir un hilo que me permita comprender este proceso complejo, que tiene muchas líneas de relatos y múltiples significaciones).

Esta construcción se apoya en algunas cosas que yo escribí y resonaron (hicieron matching) en espacios donde probablemente tenías preguntas o creencias poco establecidas. De ahí en más, se verificó el proceso: La construcción que hiciste de mí como sujeto supuesto al saber, te permitió escribir y pensar, en base a lo que yo dije, sumándole y reformulándolo en aspectos que yo nunca había pensado. ¿Dónde estuvo el aprendizaje? En que aquella creencia te puso en movimiento para producir otra cosa.

Todo esto fue posible porque hubo un sustrato de afecto y de libertad que generaron los maquinistas con la propuesta, donde lo no dicho era justamente un discurso contrapuesto al de la sociedad de consumo, que necesita éxitos, certezas, verdades irrefutables... Aquí uno podía aparecer fallado, dudoso, despistado... humano, en definitiva.

Vos pudiste contar el episodio de la clase donde los pibes te filmaron y subieron la peli a YouTube y a muchos nos puso a pensar en esa alternativa como un recurso para darle una vuelta de tuerca más a la tarea en el aula. Todos aprendemos de todos en ese clima. Y después, nadie se quiere ir de ese espacio en donde nos quieren tanto.

¿Y la distancia? ¿Y la tecnología? ¿Y las herramientas?...¿Importan tanto como nos quieren hacer creer?

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