Aquí estoy!... ¿Me ves?... yo no te veo esta noche. Está oscuro y hace mucho frío... He caminado durante horas por la galería de la Recova porque temía morir si me quedaba quieto...
Este podría haber sido el reclamo de aquel muchachito cordobés. Cuando los movileros de Cadena 3 lo descubrieron a las seis de la mañana, contó que había caminado todo el tiempo por la galería de la Recova, porque no tenía con qué guarecerse del abrazo helado de la noche. Fue la más fría del invierno del 2007 en la -otrora- docta Córdoba Capital de la provincia gobernada por José Manuel de la Sota y el Intendente Luis Juez. Pero el pibe no tenía herramientas para reclamar. Quizás ni siquiera tenía preguntas. Sólo una sórdida resignación. Cuando le preguntaron porqué no había ido a golpear la puerta de un albergue, respondió: porque no estoy judicializado y explicó que, por ello, no lo aceptaban en ningún lado. Cuando le preguntaron cuántos años tenía, respondió el uno con el siete.
Muchos de mis alumnos, tenían una preocupante proximidad con este pibe. Pero me despedí de ellos, explicándoles que no los abandonaba. Que me iba persiguiendo mis propios sueños. Que hay un tiempo para sembrar y otro para recoger.
En agosto de ese año, renuncié a la suplencia que tenía desde hacía casi tres años en el IPEM 344 de Villa Cura Brochero como profesor de Educación Tecnológica. Ese lugar me había permitido desarrollar el proyecto CICE, con el que un año antes obtuvimos el segundo premio en la categoría Comunidad del concurso Educ.ar Intel.
Sin embargo, el sistema educativo cordobés no nos veía. Ni los docentes, ni el sindicato, ni los inspectores, ni la DEMES, ni el Ministro de Educación. En vano intentamos conseguir que el proyecto tuviera status curricular, que se nos aceptaran propuestas de capacitación a través de la Red Provincial de Formación Docente o que nos abrieran otras escuelas para expandir el proyecto.
Lejos de eso, la Junta de Clasificación (conformada en partes iguales por el Ministerio de Educación y la UEPC se embarcó en una interminable chicana administrativa de dudosa consistencia con la que me cerraron el acceso a cualquier posibilidad de desarrollo laboral como docente en la provincia. Está claro que el planteo de introducir TICs en la educación no estaba ni en los planes más remotos de ninguno de ellos.
Dos veces elevamos proyectos de capacitación a través de la Inspección Zonal y las dos veces la provincia bajó cursos para toda la región, provistos por multinacionales de capacitación. No en otro momento, no sobre otros temas. Uso y manejo de computadoras y sistema operativo Windows. No TICs.
El cargo de Asistente Técnico que me hubiera correspondido como responsable del laboratorio de informática lo cobraba una persona que no tenía una actividad fija en la escuela. Casualmente era la hermana del director de otro IPEM y de uno de los punteros del sindicato. Esta persona estaba siendo capacitada para mantener el laboratorio de informática ordenado y funcionando. Extraoficialmente nos decían que su función era controlar que en el laboratorio no se usara software que no fuera el permitido (sic).
Mientras esto sucedía, asumía la dirección de la escuela una profesora que, meses antes, cuando se concursaron cargos para vicedirectores, había sucumbido con los primeros obstáculos quedando eliminada de la compulsa. Un trámite administrativo y su antigüedad la entraron por la ventana al sillón que no pudo ocupar ingresando por la puerta del mérito.
La mayor parte de las actividades que desarrollamos desde el CICE durante este período están publicadas y seguirán allí. Me llevo cientos de anécdotas que pintan el estado de la educación real de la Argentina Profunda. El que los políticos desconocen y muchos compañeros docentes usufructúan.
Nada más para agregar, excepto un detalle alentador: Cuando dejé la escuela, ya había alumnos de los tres niveles del ciclo básico reclamando a los profesores que se incluyera en las clases el uso de la Sala de Informática.
Evidentemente los pibes sí nos veían.
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